Cuando se quiere diagnosticar la obesidad, el médico suele realizar un examen físico y recomendar algunas pruebas. Estas pruebas y exámenes suelen ser los siguientes:
- Los médicos quieren ver tu historial de peso, tus esfuerzos por perder peso, tus hábitos de ejercicio, tus alimentos y hábitos alimenticios, otras condiciones médicas que puedas haber tenido, tu historial de medicación, tus niveles de estrés y otras cuestiones relacionadas con la salud. Al igual que tu médico revisa el historial médico de tu familia para determinar si tienes predisposición genética a ciertas dolencias, puedes hacer lo mismo con tu familia.
- Un examen físico general. Incluye la medición de la estatura, las constantes vitales como la frecuencia cardíaca, la tensión arterial y la temperatura, la auscultación del corazón y los pulmones y el examen del abdomen.
- Calcula tu IMC. Tu médico revisará tu índice de masa corporal (IMC). Un índice de masa corporal (IMC) de 30 o más se considera obeso. Cuanto mayor sea la cifra, mayores serán los riesgos para la salud. La evaluación de los riesgos para la salud debe revisarse al menos una vez al año, ya que puede ayudar a determinar los riesgos generales para la salud de sus pacientes y los tratamientos que podrían ser adecuados.
- Un año después de la anterior IMC, es el momento de volver a examinarla. Puede ayudar a determinar los riesgos generales para su salud y qué tratamientos podrían ser adecuados. Mide la circunferencia de tu cintura. La grasa que se acumula alrededor de la cintura, a veces llamada grasa visceral o grasa abdominal, puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardíacas y diabetes.
- Las personas con una medida de su vientre superior a 35 pulgadas (89 centímetros) en el caso de las mujeres y a 40 pulgadas (102 centímetros) en el de los hombres pueden correr el riesgo de tener una mala salud. Debes medir tu cintura como lo haces con tu IMC (índice de masa corporal).
Esta información os ayudará a ti y a tu médico a elegir el tratamiento que más te convenga.
Tratamiento para enfermos por obesidad
El objetivo de la pérdida de peso es alcanzar y mantener un peso saludable. Esto mejora la salud en general y reduce el riesgo de desarrollar complicaciones relacionadas con la obesidad. Es posible que tengas que trabajar con un equipo de profesionales, como un dietista, un entrenador de comportamiento o un especialista en obesidad, para ayudarte a comprender y a realizar cambios en tus hábitos alimentarios y en tus niveles de actividad.
Normalmente, el objetivo inicial del tratamiento de pérdida de peso es modesto: una reducción de peso del 5% al 10%. Esto significa que si tu pesas 91 kg, sólo tendrás que perder entre 4,5 kg y 9 kg para que tu salud empiece a mejorar. Sin embargo, cuanto más peso pierdas, mayores serán los beneficios.
Cualquier programa de pérdida de peso requiere un cambio en sus hábitos alimentarios y un aumento de su actividad física. El plan de tratamiento adecuado para usted depende de la gravedad de su obesidad, de su estado de salud general y de su voluntad de participar en un plan de pérdida de peso.
Ejecuta cambios en tu dieta
Perder peso y adoptar hábitos alimentarios más saludables son fundamentales para superar la obesidad. Aunque al principio se pierda peso rápidamente, la pérdida de peso a largo plazo y de forma constante se considera la forma más segura de perder peso y la mejor manera de mantenerlo de forma permanente.
No hay una dieta perfecta para perder peso. Elige una que incluya alimentos saludables que creas que te ayudarán a alcanzar tus objetivos:
- El primer paso para perder peso es reducir el número de calorías que consumes. Para empezar, observa tus hábitos alimentarios y comprueba cuántas calorías comes y bebes normalmente. Puedes decidir con tu médico cuántas calorías necesitas al día para perder peso, pero la cantidad normal es entre 1200 y 1500 calorías para las mujeres y entre 1500 y 1800 calorías para los hombres.
- Cuando comer menos te parece satisfactorio. Algunos alimentos, como los postres, los dulces, las grasas y los alimentos procesados, tienen muchas calorías en poca cantidad. En cambio, las frutas y las verduras proporcionan una ración mayor con menos calorías. Comer porciones más grandes de alimentos con menos calorías reducirá su hambre, consumirá menos calorías, te hará sentir bien al comer y mejorará tu estado de ánimo en general.
- Haz elecciones más saludables. Para que tu dieta sea más saludable, come más vegetales, como frutas, verduras y cereales integrales. Además, elige fuentes de proteínas magras como las alubias, las lentejas y la soja. Si te gusta el pescado, intenta comerlo dos veces por semana. Vigila tu consumo de sal y azúcar. Consume sólo pequeñas cantidades de grasa y asegúrate de que procede de fuentes saludables como el aceite de oliva, el aceite de canola y los frutos secos.
- Limitar ciertos alimentos. Algunas dietas limitan la cantidad de un determinado grupo de alimentos, como los que contienen muchos carbohidratos o grasas. Pregunta a tu médico qué planes son eficaces y cuáles podrían ser útiles para ti. Las bebidas azucaradas son una forma segura de consumir más calorías de las deseadas. Limitarlas o eliminarlas por completo es una buena idea para empezar a reducir el consumo de calorías.
- Los planes sugieren que sustituyas una o dos comidas por sus productos, como batidos o barritas bajas en calorías, y que tomes tentempiés saludables a lo largo del día. También te animan a preparar una tercera comida equilibrada, baja en grasas y calorías. Estas dietas funcionan bien a corto plazo. Pero no te enseñan a cambiar tu estilo de vida. Por lo tanto, es probable que acabes recuperando el peso si no continúas con la dieta.
No caigas en las soluciones rápidas. Las dietas rápidas que prometen una pérdida de peso fácil y rápida pueden ser tentadoras, pero la realidad es que no hay alimentos mágicos ni soluciones rápidas. Las dietas rápidas pueden ayudar a corto plazo, pero los resultados a largo plazo no parecen ser mejores que los de otras dietas.